Los libretistas, “armados” con intuición investigadora, han alcanzado lo que el Estado no ha sido capaz, o que descubre cuando ya ni generaciones tienen para reparar. Son la voz de quienes no tiene voz.
La
representación de la violencia en el cine y novelas colombianas, se constituyeron
en la única voz de las víctimas, quienes les ha tocado echar mano a la suposición
e imaginación, para saber de sus parientes desaparecidos o asesinados por grupos armados al margen de la ley y los oficiales a
través de los falsos positivos.
Con
lenguaje desmañado, crudo y a manera de relato, con apoyo en la ficción, los
textos no son más que documentos testimoniales, que señalan con macabra
precisión fechas, autores, lugares y modos de operar. Aquí sobresale el afán
por dar una versión de los hechos contra la interpretación oficial.
Es
evidente que no se puede pedir verdad histórica, sino una verdad interpretativa,
dado que han sido los mismos dolientes, quienes encontraron en libretistas interlocutores
válidos, para expresar su voz de víctimas, frente al silencio de sus victimarios
y el olvido estatal. Por Jairo A. Cala R.